
Es evidente que el planteamiento de la Cumbre estaba diseñado para lograr un tratado en Copenhague y que servirá para un acuerdo político cuyos detalles serían negociados en 2010. Este nuevo tratado tiene que contemplar un esquema de metas obligatorias de reducciones de emisiones. Esta cuestión es inaplazable e innegociable. Los grandes países más contaminantes en este momento sólo ofrecen, voluntad y tendencias de reducción. Es precisamente esta cuestión lo que hace difícil el resultado de la Cumbre. La opinión pública presionando puede hacer y está haciendo que muchos Gobierno con tal de formar parte de una foto de fracaso acepten un texto lleno de imprecisiones que haga peligrar el esquema vinculante de las metas que tenía Kyoto.
Los acuerdos ambiguos que esperan a la vuelta de la esquina y en las carpetas de muchos negociadores es un riesgo grave porque permitirá a los países que más contaminan eludir y no cumplir los compromisos. Vamos que más que un tratado sea un coladero. Ese coladero será trágico si seguimos con un mercado de compra de derechos de emisiones como principal instrumento para poder alcanzar las metas. Este instrumento es la solución que más le gusta a las industrias que más contaminan, al mundo financiero.. pero será el inicio de un fracaso terrible.
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